Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

VOLVER AL MENÚ PRINCIPAL


100313
Legislatura: 1893
Sesión: 4 de Mayo de 1893
Cámara: Senado
Discurso / Réplica: Réplica
Número y páginas del Diario de Sesiones: 26, 302-303
Tema: Contestación al discurso de la Corona

El Sr. VICEPRESIDENTE (Montejo y Robledo): El Sr. Presidente del Consejo de Ministros tiene la palabra.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): No voy a entrar, Sres. Senadores, en el debate, y a no haber pedido ayer la palabra a consecuencia de uno de los varios incidentes que promovió el Sr. Duque de Tetuán en su extenso discurso, yo no usaría de ella en este momento, pero ya me la ha dado el Sr. Presidente, y voy a decir muy pocas.

Tiene el Sr. Duque de Tetuán un sistema de discusión singular, sobre todo cuando se trata de mi persona y de mis actos, y aunque se trate de los actos del Gobierno, porque lo acomoda todo a su interés personalísimo. Nadie en este debate ha dicho una sola palabra del convenio con los Estados Unidos, nadie en esta cuestión ha hecho la menor objeción al tratado de 1877; nadie, absolutamente nadie, ha discutido la gestión diplomática de S. S. y mucho menos la gestión diplomática del que fue digno embajador de España en París, del Sr. Duque de Mandas, y sin embargo, pide la palabra el Sr. Duque de Tetuán para alusiones personales, y sin haber aludido nadie a ninguno de estos asuntos, nos entretiene dos horas y media hablando de ello. (Risas.) ¿Pero cómo?, dirán los Sres. Senadores, si nadie ha tratado de esos asuntos, ¿puede el Sr. Duque de Tetuán pedir la palabra para alusiones personales y ocuparse de ellos? Pues muy sencillamente.

Claro está que del convenio con los Estados Unidos se trató cuando S. S. era Ministro de Estado, y lo combatió enérgicamente el Sr. Gamazo. Entonces el Duque de Tetuán no contestó, y aguarda a contestar después de haber dejado de ser Ministro, cuando ha subido al poder el partido liberal.

Se combatió, o por lo menos se hicieron comparaciones entre el tratado de 1882 y el de 1877, pero allá, a su tiempo, cuando él era Ministro de Estado: se calló entonces como un muerto, y viene a contestar cuando cae el partido conservador y es Gobierno el partido liberal. Le combatí yo con unas palabras, que leyó ayer aquí, en una sesión del Congreso; era Ministro de Estado, repito, y no me contestó entonces; y, por cierto que no fue aquella la última sesión, Sr. Duque de Tetuán, porque después hubo otra en el Senado. Pero, además, Sr. Duque, S. S. siguió siendo Ministro de Estado; se reanudaron las tareas parlamentarias, se reunieron las Cortes conservadoras el otoño pasado, y S. S. no me dice una sola palabra, y aguarda a hacerse cargo ahora de las frases que entonces pronuncié.

Ése es un sistema de tal naturaleza, que es imposible discutir, porque además lo exorna después con conversaciones que tuve yo en una estación de baños, con un discurso que pronuncié en un banquete, con lo que los periódicos tengan a bien decir, unas veces combatiéndome, y defendiéndome otras veces. De esa manera es imposible discutir; ése es un sistema particular nuevo, cuya invención le pertenece a S. S. de derecho; y siento que no esté aquí el señor Ministro de Fomento, para recomendarle que expida a S. S. la patente de invención. (Risas. El Sr. Duque de Tetuán: Y la recibiría con mucho gusto.)

Claro está, Sres. Senadores, que yo con este sistema de discusión no puedo, francamente; y yo que correspondo siempre, que me gusta por todo extremo, y porque creo que es de fina y exquisita cortesía la correspondencia en todo, le digo a S. S. que si sigue con ese sistema, yo voy a adoptar el mismo, y cuando me combata S. S. esperaré a dejar de ser Presidente del Consejo de Ministros, a que pase mucho tiempo, a que vengan los conservadores, y allí, en las Cortes conservadoras, tendré el honor de contestar a S. S.

Pero hay un incidente, sin embargo, que yo no puedo dejar para tan larga fecha, que es el que se refiere a la conversación a que S. S. aludió, y que yo tuve con un periodista en Borines.

Se me dijo al entrar aquí, porque yo no estaba, que S. S. había dicho que en un periódico había leído una carta de un corresponsal, en la cual se decía que yo aseguraba que si el partido liberal era llamado al poder, haría un tratado inmediatamente. Cuando me dijeron eso, contesté: No puede ser; yo no puedo decir semejante cosa, porque eso sería una ligereza, una indiscreción; es más, sería hasta un reclamo como para pedir el poder, prometer hacer un tratado que el partido conservador no podía realizar. Y S. S. entonces la emprende con el pobre periodista, que, no por humilde, no por modesto, debe dejar de ser tratado con las consideraciones que son debidas a toda persona que cumple con sus deberes; y S. S. lo maltrató de una manera, permítame S. S. que se lo diga, de una manera poco usual en el Parlamento, cuando se trata de una persona que no se puede defender, cunado se trata de un persona modesta al lado de la altura de un hombre político investido con la toga senatorial.

No es eso lo que dijo aquel periodista, ni eso, claro está, lo que dije yo; lo que aquel periodista dijo, y lo que le dije yo tratándose de las dificultades que el Gobierno conservador tenía para hacer el tratado con Francia, es, que el partido liberal, de ha- [302] ber continuado en el poder, hubiera hecho el tratado con Francia, porque encontraba el partido liberal facilidades en Francia que no encontraría el partido conservador, en atención a que el partido conservador era más antipático a la situación francesa y a los hombres influyentes en Francia que lo era el partido liberal.

Eso es lo que dije yo, y lo que poco más o menos tradujo el periodista; y eso es lo que dije yo ayer rectificando; pero después, al ver lo que dijo el periodista, francamente, ni había motivo para que S. S. tomara nota de lo que el periodista dijo, ni mucho menos para que, si no hubieran sido del todo exactas las palabras que ese periodista escribió, le hubiera tratado S. S. con la desconsideración que le trató; que no era este sitio a propósito para tratar a una persona que no está aquí, de la manera que lo hizo S. S.

Yo no había de dejar de decir estas pocas palabras en honor quizás a ese periodista, que, aunque modesto, merece acercarse a los hombres políticos y que éstos le hagan caso, porque no ha de cometer jamás ninguna infidelidad que nunca él cometió, y en su leal saber y entender tampoco ha de cometer ninguna inexactitud.

Y hecha esta defensa, que tengo yo tanto mayor gusto en hacerla, puesto que se trata de un periodista humilde y modesto, no tengo más que decir, sino que en lo que a mi persona se refiere, en aquello que ha dicho el Sr. Duque de Tetuán, seguiré el mismo sistema que S. S.: cuando deje de ser Presidente del Consejo, y después de mucho tiempo, en Cortes conservadoras, tendré el honor de contestar a S. S. (Los Sres. Duque de Tetuán y Conde de Esteban Collantes piden la palabra.)



VOLVER AL MENÚ PRINCIPAL